La corrupción carcome el crecimiento y la equidad, desnudando la falta de decencia de nuestros líderes. Cañete y la región Lima – no es ajena a esta realidad
La corrupción, cáncer endémico del Perú, devora el crecimiento económico y exacerba la desigualdad. Políticos de doble moral, lobos disfrazados de ovejas, se aferran al poder, ofendidos ante la mínima crítica. Su gestión, opaca y clientelista, perpetúa la miseria y el estancamiento.
¿Dónde quedó el deber platónico del soberano, el bienestar del pueblo? La respuesta yace en la podredumbre moral de quienes nos gobiernan. Eligen el privilegio sobre el servicio, la ganancia ilícita sobre el progreso colectivo.
La corrupción no solo desvía recursos, sino que también erosiona la confianza en las instituciones, socavando la democracia misma. La impunidad, cómplice silenciosa, alimenta este círculo vicioso. Los corruptos se sienten intocables, protegidos por redes de poder y complicidad.
Urge un despertar ciudadano, un rechazo frontal a la impunidad. Exijamos líderes íntegros, transparentes, comprometidos con el futuro de nuestra nación. La decencia no es negociable. Necesitamos una ciudadanía vigilante, que denuncie y exija cuentas. La lucha contra la corrupción es una tarea de todos, un compromiso con el Perú que merecemos.
VIDEO:
