¿Quién vigila a los guardianes del orden? Cuando la autoridad es la que incita el caos, la ciudad pierde la compostura. Sucedió en Imperial – Cañete
En un giro irónico del destino, la mañana del viernes, un ciudadano con dolor de cabeza no solo encontró alivio en la farmacia, sino también en una lección sobre cómo las normas viales se convierten en una sugerencia cuando la autoridad decide ignorarlas. Mientras cruzaba la vía, al seguir el protocolo de tránsito, fue sorprendido por el bullicio de un mototaxi que, sin miramientos, lo insultaba por ocupar el espacio que le correspondía como peatón. Pero eso no fue todo.
Apenas había alcanzado la esquina de las calles Jorge Chávez y Dos de Mayo cuando, ¡oh sorpresa!, un vehículo particular, de manera totalmente ilegal, estacionó en plena vía pública. Pero lo verdaderamente asombroso llegó cuando los responsables de esta infracción no fueron simples ciudadanos al margen de la ley, sino dos miembros de la Policía Nacional del Perú. Así es, los mismos que se supone deberían velar por el orden y el respeto, eran ahora protagonistas del caos vial.
La escena fue digna de un guion de comedia negra: mientras un mototaxi y un auto particular convertían las calles en un espectáculo de impunidad, los agentes de la ley, en lugar de sancionar la infracción, parecían tener la misma actitud desinteresada. Sin embargo, el verdadero toque sarcástico llegó cuando uno pensó: «¿Y ahora, ¿quién podrá salvarnos?», a lo que una respuesta inmediata vino a la mente: El espíritu de cuerpo, esa tradición tan arraigada en las instituciones del orden, donde los errores se tapan con un manto de silencio y complicidad.
A falta de respeto por las normas y los ciudadanos, no queda más que preguntar: ¿Cuándo dejaremos de ser una sociedad a la deriva? En este escenario, la verdadera ley del más fuerte parece ser la única que rige nuestras calles.